Las mejores fotos de Sara Montiel, la diva que se neg a actuar ante Franco
La vida de Sara Montiel es una película en sí misma. Probablemente ni el mejor de los guionistas hubiera soñado con crear un personaje femenino de su talla, capaz de ponerse el mundo por montera para lograr su sueño sin que nada ni nadie consiguiera apartarla del camino. Nacida en una familia muy humilde en Campo de Criptana, en 1928, esta manchega de pura raza siempre contó que ya con cuatro años tenía claro que ella quería ser artista. Precisamente, fue su madre su gran referente y el modelo del que Sara aprendió que incluso en la España franquista también había otra forma de "ser mujer" que no pasaba por doblegarse ante los hombres. A ella le debió siempre esa fuerza y ese apoyo para salir de España, donde hasta el momento nunca había conseguido un papel principal, y convertirse en una gran diva del cine.
En realidad, si su madre, María Vicenta, siempre estuvo a su lado, el auténtico responsable de que María Antonia Abad saliera de España hacia México en busca de ese éxito fue el mismísimo Miguel Mihura. El dramaturgo fue su primer gran amor pero la diferencia de edad entre ambos, 44 él y 17 ella, y el sentido común de Mihura hicieron que no se convierta en su primer marido. Lejos de eso, la ayudó para viajar a México y entrar en contacto con el mundo intelectual y cinematográfico, donde protagonizó 14 títulos, siendo uno de ellos, Piel canela, la llave para saltar a Hollywood. De su aventura mexicana Sara se quedaría con haber conocido a Severo Ochoa, con quien siempre aseguró haber tenido un bonito e inolvidable (pero también fugaz) affaire.
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Con una poderosa belleza racial, una forma de hablar única y un atractivo indudable, a Sara Montiel no le hizo falta mucho más para convertirse en una estrella de Hollywood y codearse con los grandes de la pantalla. Sus 60 películas dan fe de su poderío ante las cámaras. Eso y el ser una de las actrices mejor pagadasde lo años 50, hasta llegar al punto de que por La violetera llegó a cobrar más de 30 millones de pesetas, mucho más que algunas de las grandes divas americanas. "Hice ricos a muchos, pero también me hice yo", contaba en una entrevista a TVE.
Sara Montiel, una vida de película en 25 fotos
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Fue en uno de los rodajes de su etapa hollywoodiense, Dos Pasiones y Un Amor, donde conoció a su primer marido, Anthony Mann. Un año después, en 1957, se casaba con él por lo civil. Con Mann se abría el capítulo de maridos de Sara Montiel, cuatro para ser exactos, toda una revolución si tenemos en cuenta que cuando se separó de Anthony Mann en 1961, en España el divorcio no era aún legal. Pero eso a ella le importaba más bien poco. Tan poco que, cuando volvió a España con su flamante marido, le llovieron las críticas porque la arcaica sociedad española de aquel entonces solo reconocía el matrimonio eclesiástico, por lo que Sara vivía alegremente en pecado con aquel americano. "Incluso me llamaban tapu (al revés) cuando nos veían juntos", contaba ella misma. Tras perder al bebé que ambos esperaban por un accidente en una escalera, Sara dio por terminada aquella relación en 1961 y siguió adelante con su vida sin importarle los dimes y diretes.
En esa línea de mujer empoderada, segura de lo que quería en la vida, el siguiente matrimonio de Montiel duró un mes. El afortunado fue Vicente Ramírez Olaya, a quien le dio el "sí quiero" en 1964 y se lo retiró, más o menos, 30 días después. ¿La razón? Que Ramírez Olaya quería convertir a Sara Montiel en una ama de casa, discreta y alejada del cine. Claramente, la manchega no se iba a dejar dominar y no le tembló el pulso para, de nuevo sin importarle las críticas, despedirse de él.
Sin ser consciente, Sara Montiel se había convertido en abanderada de la libertad, del feminismo por el que hoy se sigue luchando, de los derechos de las mujeres y de una igualdad aún no alcanzada en muchas sociedades. Su pasión era el cine, su carrera, y nada le hizo cejar en su empeño. La Marilyn española, como muchos la llamaron en los 50, se convirtió en un referente mundial.
Tras ellos, llegaría la boda con su gran amor, Pepe Tous, con quien adoptó a sus dos hijos, y años después de su muerte, se casó, de nuevo haciendo oídos sordos a las críticas, con Tony Hernández, un admirador cubano 39 años menor que ella con el que solo estuvo tres años.
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De la Pasionaria a Franco
Indómita, auténtica y sin miedo, Sara Montiel siempre tuvo muy presentes sus orígenes humildes y las penurias que pasó de niña, por lo que siempre estuvo de lado, de un modo u otro, de la justicia social. En plena España franquista, donde su forma de vivir, vestir, pensar y moverse era pecado, curiosamente contaba entre sus fans con Carmen Polo, mujer del General Franco. Pese a ser la reencarnación de la antimujer que pretendía el Régimen para los hogares españoles, la mujer de Franco la admiraba y quiso que actuara en su casa en una recepción navideña. Según contaba la propia Sara Montiel, en un principio no se negó, pero a cambio le pidió que sacara a su tío del penal de Cartagena. Carmen Polo se negó y como respuesta, Sara Montiel se negó también a actuar para los Franco. Algo que muy pocos entonces se habrían permitido. Eso sí, Sara Montiel contaba en sus entrevista cómo, pese a todo, Franco la enviaba a cantar a otros países a cambio de materias primas.
Uno de estos intercambios artístico-comerciales tuvo lugar en Rusia, "a cambio de petróleo", contaba la artista. Y allí se dio una de las grandes, y curiosas, relaciones de Sara Montiel, la mantenida con Dolores Ibárruri, la Pasionaria, que de aquellas vivía exiliada en el país soviético. Ambas mujeres, que a priori poco podían tener en común, sin embargo estaban más alineadas en la defensa de las libertades y el feminismo de lo que ni siquiera Franco hubiera llegado a pensar. Tal fue esa admiración mutua que, estando actuando en Moscú, Sara recibió la noticia de la muerte de su madre. Salió tan rápido hacia el aeropuerto que dejó atrás todas sus joyas y vestidos y pidió que fuera la Pasionaria quien se hiciera cargo de todo ello en su hotel.
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Su estilo, la auténtica moda subversiva
Escotes, lentejuelas, siluetas ceñidas, colores vivos, plumas... Desde los años 50, el armario de Sara Montiel estaba lleno de joyas del diseño que nadie más defendía como ella. Dicen quienes más la conocieron que ella no entendía de minimalismos a ninguna hora del día. Si por la mañana se levantaba María Antonia Abad, en cuestión de horas, tras pasar por una sesión de maquillaje y pelo que ella misma se hacía, aparecía Saritísima.
Hablamos de unos años en los que las faldas (grises o negras en su mayoría) no levantaban más de un palmo por encima del tobillo y las camisas se cerraban hasta casi la garganta. Una época en la que enseñar no estaba bien visto y quienes lo hacían eran "mujeres de mala vida", sentencia que pesaba para todo lo demás. Sin embargo, ya a mediados de los 50, Sara se atrevía con escotes barco, posaba en bañador, faldas mini o desabotonaba sus camisas para lucir canalillo. Una provocación o una declaración de intenciones, según como se mire, que mantuvo hasta sus últimos días.
A ella, que se codeó con Rita Hayworth, Gary Cooper, Ernest Hemingway o Alfred Hitchcock, pudimos verla en una Televisión Española aún en pañales con vestidos de escote corazón, con slip dress o con mil y una lentejuelas recorriendo su cuerpo como una segunda piel. También con una colección de joyas que la hacía brillar aún más si cabe y con unos maquillajes que hoy son plena tendencia. Porque ella fue pionera en llevar sombras de ojos multicolor, con brillo, el eyecat doble, el eyeliner blanco, las uñas infinitas o los labios bien cargados de color. También la reina de los filtros en versión casera al cubrir con una media los objetivos de las cámaras.
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Ahora, todo este guion vivido en la realidad podría volver a la pequeña pantalla en 2023, cuando se cumple el décimo aniversario de su muerte, aunque aún no se sabe en qué cadena ni quién podría ser su protagonista, aunque la rumorología ya bajara tres nombres: Penélope Cruz, Rosalía o Ana de Armas. Hagan sus apuestas.
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